Esta Semana Santa se ha estrenado una nueva versión de ese gran clásico llamado “FURIA DE TITANES”. Por ese motivo Videodromo ha decidido invitar esta semana al cine a Enrique Dueñas, sobre todo por su amor a la obra de ese genio de los efectos especiales que es Ray Harryhausen, que por cierto era el productor de la cinta dirigida por Desmond Davis, y también por su gran conocimiento del peplum, (para los de la ESO, cine de sandalias).
Debo admitir que, aunque soy fan a muerte de la obra del gran Ray Harryhausen, nunca consideré “Furia de titanes” uno de sus trabajos más conseguidos. Por tanto, la idea de un remake no me disgustaba del todo, siempre que se respetase el sentimiento de aventura y el sabor mitológico del conjunto. Efectivamente, el susodicho sentimiento de aventura y el necesario sabor mitológico están ahí. Pero a los que no sean seguidores acérrimos del cine de fantasía heroica (como yo mismo), poco les aportará esta nueva versión de las aventuras de Perseo.
Se podría decir que este experimento significa hoy más o menos lo mismo que la épica de Desmond Davis hace treinta años. Ya veremos si la nostalgia (y las reposiciones de las tv autonómicas) la eleva al Olimpo cinematográfico como ha ocurrido con su antecesora. La «tecnología» ayuda a impresionar al público contemporáneo pero hace falta mucho más para aguantar el paso de los eones.
El argumento sigue fielmente los eventos que tienen lugar en el filme original y el tono general es también muy similar, conservándose cierto “sabor clásico” la mayor parte del metraje (más allá de un gratuito pero simpático cameo del pobre “bubo”). Se cambian de lugar un par de acontecimientos pero las diferencias se pueden contar con los dedos de la mano.
La variante fundamental es que aquí el conflicto principal está causado por una guerra sin cuartel entre los hombres y los dioses. Podemos apreciar un (muy diluido) mensaje “humanista” que aboga por el valor de la voluntad del hombre frente a los engaños de la religión. A este respecto, se agradece la existencia de un interés temático real… mejor resuelto sobre el papel que en la pantalla, eso sí. De hecho, el enfrentamiento entre mortales e inmortales se encuentra sobre-explicado y hace que nos preguntemos muchas veces el poder real que ostentan los segundos.
Desde el punto de vista exclusivamente técnico, hay que reconocer los impresionantes valores de producción (incluyendo escenarios y vestuario cuidados hasta el mínimo detalle) así como unos efectos especiales brillantes (que, al contrario de lo que parecía en un principio, no se limitan al uso de la animación CGI). Los diseños de criaturas, lugares y artefactos resultan muy atractivos, mientras que la fotografía destaca los hermosos paisajes de Tenerife. La banda sonora no parece especialmente memorable, pero acompaña con fidelidad a las imágenes, resaltando la acción frenética y la decadente civilización. Quizás aquella locura de contratar a “MUSE” habría significado un resultado artístico más notorio.
Los actores apenas tienen texto en el que apoyarse aunque resaltan el carisma de Liam Neeson y Pete Postlethwaite. Sin embargo, se notan ciertos errores de casting en opinión de quien este pergamino suscribe. Las damas no parecen encajar bien en sus papeles mientras que el antagonista de la función, Ralph Fiennes, tampoco es lo imponente que debería.
Es difícil ignorar como todo lo que ocurre parece visto mil veces (independientemente de la trama de la versión de 1981) y los escasos giros del argumento resultan tremendamente predecibles. Así tenemos a la típica compañía de dungeons & dragons, los diálogos de una sola línea, las innecesarias secuencias de entrenamiento y una subtrama de venganza (que eso es algo que entiende todo el mundo).
Curiosamente, el punto más original es el que menos funciona… la transformación de Andrómeda de interés amoroso a rol secundario. Aunque, a fin de cuentas, esto son detalles que uno podría ignorar si el director hubiese puesto el menor esfuerzo en dotar de cierta profundidad al argumento. Desgraciadamente, no es el caso.
Muchas películas de hoy día parecen el avance de algo “más grande” que nunca llega. Olvidan ofrecer una narración completa a cambio de que los 100 minutos obligados pasen de la forma más rápida e indolora posible. Toda la energía puesta por Louis Leterrier para mantener el ritmo del largometraje se pierde en, precisamente, lo más importante del arte de contar historias: el drama. Al final, no quedan sentimientos a los que agarrarse y nos importa bien poco quien vive o quien muere. Las poderosas imágenes que desfilan por la pantalla apenas logran transmitir nada, de forma que el relato queda diluido en el resumen de un resumen. Sencillamente, falta la “magia” que promete el título y que Ray siempre nos regalaba.
Una buena película, de cualquier género, debe contener distintos estados de ánimo y no sólo «acción». Pongamos un ejemplo concreto: incluso admitiendo que los trucajes de Harryhausen en aquel último trabajo NO eran los mejores de su carrera, la escena del enfrentamiento entre Perseo y Medusa posee una fotografía, una tensión, una iluminación y una dirección magistrales. Aquí es convertida en otro combate más. Emocionante, sí, pero sin ningún factor diferencial. Siempre nos quedará la duda de cual hubiese sido el resultado de usarse el primer guión de Lawrence Kasdan.
Si pagáis al barquero para entrar en la sala, os encontrareis con una entretenida película de aventuras mitológicas (de excelente manufactura visual) que, a pesar de su endiablado ritmo, lacra un desinterés total por caracterizar a sus personajes más allá de un par de rasgos distintivos o añadir la menor sorpresa a la trama. Un espectáculo especialmente recomendado para el público infantil. La publicidad nos hace creer que estamos ante un filme destinado a adolescentes alterados, que admiran el estilo salvaje y directo de “300” y “God of war”… pero serán los más pequeños de la casa los que de verdad disfruten con la aparición de sortilegios sin sutileza alguna, héroes intachables y terroríficos villanos. Las sagas helénicas son básicas en la cultura de occidente y aunque esta nueva incursión en el género no aproveche todo su potencial, sin duda se trata de una experiencia muy divertida.
PD: No diré nada de la conversión a las tres dimensiones. El tan cacareado “3D moderno” me suele resultar poco atractivo y nada espectacular pero es que en esta ocasión, directamente, he sido incapaz de apreciar el menor relieve.
Calificación: 6,5