Vamos a empezar la semana rescatando una sección que me gusta mucho, es la firma invitada. En este caso se trata del blogero Enrique Dueñas, gran conocedor de la obra de H.P. Lovecraft y de su criatura «Cthulhu». Por ese motivo, y porque además se encargó hace ahora un año de acudir al pase de la primera parte titulada «La herencia Valdemar«, le he elegido para fuera al pase y nos dijera si es recomenable o no esta adaptación en dos partes.
Aquí estamos, un año después, tratando de desentrañar los misterios de la mansión Valdemar. Mucho me temo, sin embargo, que hay pocas cosas que descubrir. Apenas sentarnos en la butaca, se nos arroja contra un nada sutil prólogo de diez minutos digno de novela de R.L. Stine. Una voz tremendamente dramática nos da más explicaciones de la cuenta para que recordemos los (escasos) acontecimientos de la anterior entrega. Entretanto, llamas, música con coros y efectos digitales. El que no hubiese visto la “Herencia Valdemar”, ya sabe que esperar tras esta introducción.
Ante todo, quiero advertir al lector de que no soy objetivo. El “terror clásico” es uno de mis géneros cinematográficos favoritos. Asimismo, me considero un gran admirador y defensor de la obra del escritor de Providence. También quiero creer que el cine patrio puede salir de esa zanja de ridícula autocompasión en la que parece estar sumido desde tiempo inmemorial. Crear una franquicia con posibilidades comerciales en el extranjero, tratar de entretener sin pretensiones, hacer uso de un universo de fantasía rara vez aprovechado, poner tiempo, esfuerzo y cariño en el proyecto… es imposible no estar de acuerdo con el espíritu que impregna este díptico. Si yo mismo tuviese catorce millones de euros, no los invertiría en algo muy distinto al título que hoy nos ocupa.
Pero esta película es espantosa. Nada ha cambiado respecto al producto ofrecido hace doce meses. Seguimos encontrando los mismos fallos tanto en el fondo como en la forma. El problema principal que parece tener José Luis Alemán es la necesidad de incluir de cientos de personajes sin demasiado impacto en el argumento ni el menor desarrollo psicológico. Por ejemplo, el célebre Jacinto Molina Álvarez interpreta a un mayordomo que, a pesar de sus numerosas líneas de diálogo, podría desaparecer sin el menor perjuicio para la trama. Estas figuras entran y salen de la película sin orden ni concierto. Y, por si esto fuera poco, sus acciones parecen basarse en motivaciones bastante oscuras (y no me refiero precisamente a que sean tenebrosas).
Se nos ha dicho una y otra vez que la inspiración principal del director ha sido el horror gótico de la Hammer. ¿Seguro? Hablamos de la productora que revolucionó el cine de terror. La productora que acogió la visión de Terence Fisher, uno de los más grandes directores del género. La productora que consiguió capturar los mejores momentos de la carrera de Christopher Lee y Peter Cushing. La productora que se atrevió, por primera vez, a incluir violencia explícita y erotismo descarado. No encuentro la menor similitud entre aquellas películas y el trabajo del señor Alemán. Nuevamente, las referencias laterales a la obra de Lovecraft resultan tan numerosas como sonrojantes. Si anteriormente disfrutamos del “rito de Dunwich”, esta vez nos encontramos con las “arañas de Innsmouth” que, al ser devoradas, permiten a los sectarios mantenerse cuerdos. Pero es que Innsmouth es una población pesquera habitada por mutantes que adoran a un dios oceánico. No hay arañas allí. Y aun aceptando la existencia de tan curioso aperitivo, la razón por la cual los sectarios emprenden acciones abominables es por que, precisamente, ya están locos.
Entrar en la wikipedia e incluir a martillazos sonoras palabrejas extraídas de relatos de dominio público no convierte a tu propia obra en una adaptación. Más bien en una violación. Por cierto, utilizar “antiguo” como sinónimo de “primigenio” demuestra, nuevamente, un desconocimiento total del trasfondo escogido. Los primigenio son entidades cósmicas de inagotable poder y que a ojos de los hombres sólo pueden considerarse dioses de infinita crueldad. Los antiguos, por otro lado, son seres alienígenas vegetales con grandes conocimientos en ingeniería genética que crearan la vida en la Tierra. La aparición del Gran Cthulhu (llamado extrañamente “Chuntu”), el señor de las pesadillas, es totalmente prescindible y decepcionará por igual tanto a los que ya le conocían como a los que le ven por primera vez. Roger Corman hizo un trabajo muy superior con “El palacio de los espíritus”. Y en aquel largometraje, el temible primigenio es un muñeco de plástico introducido en un barreño. Aclaro estos puntos por que dudo que nadie más lo haga. Pero no son importantes.
Sí es importante que se haya optado por hacer uso de imaginería satanista y cosmogonía cristiana. Las novelas de “horror cósmico” plantean que no somos más que una mota de polvo en la inmensidad del universo. Que la propia realidad es mucho más compleja y terrible que lo que nuestra limitada mente humana pueda imaginar. Esto entra directamente en conflicto con cualquier religión. Por eso resulta interesante. Hacer que los hechiceros lleven pentáculos impresos en sus togas, usen el número 666 y hablen de “las almas del purgatorio” destruye totalmente cualquier sentimiento de soledad. ¿Que sentido tiene utilizar una ambientación si se van a rechazar sus elementos diferenciales? ¿Para qué robar ideas dispersas de la obra de un autor si no se tiene intención de aplicar el tema principal que las dota de coherencia y unidad? ¿Por qué ignorar de pleno los hallazgos visuales y argumentales que proporciona un trasfondo tan completo y admirado? En definitiva, ¿para qué realizar un film de horror sin horror? Pero como el lector podrá comprobar, no es mi intención centrarme en la fidelidad ya que todo parecido entre este díptico de misterio y la obra de Lovecraft es pura coincidencia. No existe discusión posible.
El lenguaje que utilizan nuestros protagonistas es una lacra constante. Ya es malo tener demasiado metraje de “gente hablando en plano medio” pero la cosa se agrava cuando lo que hablan no nos interesa lo mas mínimo. Las conversaciones carecen de verosimilitud, dinamismo o subtexto. Son exactamente lo contrario a lo que se sugiere en cualquier manual de guión. El diálogo expositivo (y reiterativo) inunda un guión que busca desesperadamente nuestra complicidad. Una vez el desaprovechado (pero espectacular) clímax llega a su fin, se nos castiga con una resolución que parece alargarse hasta el infinito. Da la sensación de que el director tiene miedo de dejar cabos sueltos y, para evitarlo, nos tortura con innumerables aclaraciones. Pero es que la historia ya es suficientemente simple como para no requerir tanta explicación. Lo curioso es que, a pesar de esto… ¡quedan cabos sueltos! Incluso la edición parece deficiente. Repetitiva, sin ingenio y cruzando las historias paralelas de forma que no llegue a preocuparnos ninguna.
Es decir: todo mal. Soy incapaz de encontrar ninguna cualidad redentora a la cinta. Quizás que, por ahí, existe gente que estrena cosas todavía peores. Pero esa es una pobre excusa. He leído que, al menos, resulta entretenida. A mi, me aburrió. Me aburre ver a unos personajes ir de aquí para allá sin objetivos, me aburren los planos sin imaginación. Me aburre sentarme frente a una mala partida de un juego de rol. Especialmente claro resulta esto cuando los protagonistas se detienen durante incontables minutos a discutir en corro “qué hacer” para, después, seguir exactamente el mismo camino. O cuando encuentran toda suerte de objetos útiles en lugares inauditos. O cuando una voz en off acaba resolviendo el conflicto principal por que es más fácil esto que esperar a que los héroes actúen. Al final, tras tantas aventuras, sólo nos queda un cuento demasiado largo (y algo confuso) sobre “el amor”, “la amistad”, “el orden natural de las cosas” y “el triunfo del bien sobre el mal”… es decir, exactamente lo contrario que lo reflejado en la obra de Howard Phillips Lovecraft. Que, como ya se amenazó el año pasado, tiene un extraño cameo al principio de la cinta. Hace levitar un libro. Y, curiosamente, esto no es lo peor de la película.